CAPITULO 5
DIAGNÓSTICO
Carlota seguía tranquila en su
camita, creo que estaba muy distraída con el ir y venir de enfermeras y
médicos. Desde ese momento se los ganó a todos, con su sonrisa eterna
y su “no importa” en cada pinchazo.
Yo seguía en mi mundo, ni veía,
ni oía, solo la imagen de nuestra guerrera, tan pancha, tan bonita,
mirando cada tubito que colgaba de su pálida piel.
Manolo se acercó a mí, y comentó si prefería esperar a que llegara
Alfredo, o comenzábamos nosotros. Sonaba
tentador, un doctor, más bien, un doctorazo, cabello canoso, ojos claros,
mediana estatura y con una bata que sólo gritaba “desátame” y ¡me pregunta que
si comenzábamos…! Puf, muy mal debía estar yo para rechazarlo, o muy enamorada,
en mi caso, eran las dos afirmaciones.
_Esperemos a Alfredo, quiero que
esté aquí cuando nos hables de lo que le ocurre a nuestra pequeña_ le comenté
mientras desperdiciaba mi canita al aire.
_Bueno, Carlota estará en
observación un buen rato, cuando llegue tu marido me avisas, mientras tanto
pasa con la pediatra_ recomendó seguro.
La pediatra me atendió allí
mismo, entre paciente y paciente, creo que se los saltó a todos, y me
sorprendió con sus palabras, más que sorprenderme, me angustió:
_Carlota ha llegado a 650 de
Azúcar, estamos realizando pruebas de acetoacedosis, (¿el queeeee?) pues algún órgano puede estar
dañado, es un milagro que se encuentre tan bien, con este nivel de azúcar podría tener vómitos,
mareos, convulsiones. La analítica ya está en laboratorio, lo estás haciendo muy bien.
¿lo estás haciendo muy bien? ¿se
refería a que no estaba ahorcándola con mis propias manos mientras asimilaba
sus palabras? ¿a que estaba controlando mis impulsos para no salir corriendo de
allí? ¿a que podía manejar mis emociones?
El ser humano desconoce su capacidad
de control hasta que le ponen a prueba. Y esta estaba siendo una prueba muy
dura para mí. Seguía mirando a los familiares de los pacientes que estaban
esperando a ser atendidos y me di cuenta de que me observaban. Y me controlaba.
Me di cuenta de que intentaban hablarme. Y me controlaba. Me di cuenta de que
la pediatra seguía hablando y yo, me seguía controlando. Pero llegó Alfredo, y
me derrumbé.
Las lágrimas corrían por mi cara,
y él solo conseguía abrazarme, tampoco articulaba palabra.
Manolo, primo hermano del hermano
de Fátima (El príncipe), se acercó:
_Pasad por aquí_nos guiaba a una
habitación típica de hospital, ni oscura, ni clara, ni bonita, ni fea,
sosa y aburrida.
_Estamos estabilizando a Carlota,
y esperando la analítica_ dijo tranquilo
Alfredo es un lince en guardar la
compostura, siempre ha presumido de vivir las emociones en su justa medida, ni
las alegrías lo son tanto ni las penas merecen horas de llanto. Encefalograma
plano. Según él, somos las mujeres las que pasamos de ser las más felices del
mundo a las más desdichadas en milésimas de segundo. Y aunque no lo entiende,
se conforma con los ataques hormonales que al menos a mí, me hacen sentir viva.
El que quizás no esté tan vivo sea él cuando las que entremos en “estado
hormonal alerta” seamos las cuatro mujeres de su vida a la vez… pienso que en
ese momento se dará cuenta de que las emociones sí le pueden sacar de quicio.
_¿Qué tiene, Doctor?_ pronunció Alfredo.
_Su hija tiene DIABETES_está muy
claro.
_¿qué va a pasar ahora?_ aun yo
no me atrevía a hablar
_Os quedaréis aquí un tiempo,
hospitalizados, días, semanas, meses….depende de cómo vayamos avanzando, pero tranquilos, poco a poco, ahora tenemos
que pensar en que los resultados de Carlota estarán geniales, pues la niña parece
estar muy bien.
DIABETES, DIABETES, ¿era mi
imaginación? O, ¿estaban saltando flashes de cámaras fotográficas?
Definitivamente, eran periodistas, entraba por Urgencias Chabelita, la hija de
la Pantoja…. Éramos pocos…
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