CAPITULO 16
El TÍO
EMILIO
Carlota tenía las piernas
enterradas en la pesadilla de la cerdita, y como nos advirtió el Quiosquero
Lolo, salían “un puñado repetias”.
_Mamá, mamá….oooooooooooooootra
que ya me ha salido_jeje.
Comencé a pensar en los Hidratos
y en las raciones como nos comentaron. Y me sorprendió la capacidad con la que
mi cerebro no dejaba entrar información nueva. No quería aprender, esa es la
conclusión a la que llegué. No quería saber nada. Ya me había pasado anteriormente.
Aún no habían transcurrido ni 24 horas de su diagnóstico. No quería, o no
podía. Pero mis neuronas sólo pensaban en dar amor a mi chiqui sweet.
Alfredo se dio cuenta. Y aunque
lo niegue un millón de veces sé que habló con Manolo. Y ambos llegaron a un
acuerdo. Necesitaba mi tiempo. Se dedicarían a estabilizar a Carlota puesto que
su sangre aun no se había limpiado de la palabra maldita (azúcar) y a ponerle
la insulina correspondiente, yo aún no estaba preparada. La fuerza vendría unos
días después. Me estaba centrando en la felicidad de la pequeña, y nada más.
Manolo, por ese día nos dejó en
paz, además le vino que ni pintado, tenía otros menesteres, como atender al
hijo de Isabelita. Ele.
Entra Bea:
_Carlota, ha venido tu tío, pero
no puede pasar. ¿Quieres que te incorporemos para que te vea por los cristales?
_Un momento_salté como un
resorte. ¿¿¿¿¿¿Qué tío?????? Se erizaron
todos mis pelos tanto de los brazos como de las piernas, no estaba depilada,
para variar.
_Dice que se llama Emilio, y
además le veo un poco triste, vamos que se está pegando una Pechá* de llorar
que nos tiene a todos encogidos.
Emilio, maldita sea, no me había acordado.
Es mi hermano. Quizás no está bien que yo lo diga, o…. ¡qué leches! Claro que
está bien. Allá vamos.
Emilio es la persona más noble,
buena y adorable sobre la faz de la tierra. No hay otro igual. Por mi hermano
soy capaz de todo. Pocas personas tienen la virtud de hacernos sentir tan
especiales. Es una suerte, nunca nunca nos va a fallar. Puede ser un desastre
en cuanto al orden se refiere, calcetines escondidos, papeles acumulados, camas
sin hacer…todo lo que queramos, pero se le perdona . Es alguien inigualable. Es
mi hermano, me ha tocado , y como él, no existen dos.
Emilio es extremadamente
sensible. Eso nos preocupaba, ya lo vamos manejando. Todas las cosas “no tan
buenas” que puedan ocurrirnos han de prepararse antes de contárselas. Si
normalmente dar malas noticias no es del agrado de nadie, dárselas a Emilio
puede provocar insomnio o malestar estomacal antes de soltarlas. Y sin embargo,
estaba allí. No me había preparado para recibir ninguna visita, muchísimo menos
si la primera, era la de mi hermano.
_Bea, dile que ya salgo, dame un
minuto.
Agarré la mano de Carlota y le
dije que cuando Bea contara hasta tres subiera a la cama sin que le dieran
muchos tirones los cablecitos y lanzará un millón de besos a su tío Emilio.
Pero que antes tenía que salir yo para que estuviera preparado.
Inspiré, fuerte fuerte y salí de
la UCI.
Mi hermano estaba sentado en una
silla, con las manos sujetando la cabeza. Me acerqué a él y le abracé. Saqué la
sonrisa más amplia que tenía y hablamos.
_Emilio, lo vamos a hacer muy
bien. No sabes lo contenta que está Carlota. Lo mimada y consentida. Todos
están locos con ella. Ni fiebre, ni dolores ni nada de nada. Estamos contentísimos.
Llegamos a tiempo, y se puede vivir perfectamente con diabetes. Es una niña
normal, sana y que necesita que le pongamos insulina. Nada más.
(¿yo he dicho eso?...¿véis?
Emilio me da la fuerza que necesito)
_Quiero verla_¿puedo?
_¡Claro! Desde aquí.
Nos pusimos en la entrada de la
Uci, asomé la cabecita y Bea me vió. Alzó a Carlota y estiró mucho mucho los
brazos hasta que Emilio pudo verla. Lanzó todos los besos que pudo y se partió
de la risa. Y de nuevo, la puerta se cerró.
Emilio y yo nos abrazamos,
lloramos y nos consolamos.
_¿y la pegatina en la frente de
Peppa Pig?
_Anda, bajemos a la cafetería y
te cuento.
*Pechá: Más que una mijilla y menos que un pasote
No hay comentarios:
Publicar un comentario